La idílica isla alemana donde confinarse más que un sacrificio puede llegar a ser un placer
Se llama Wilhelmstein, tiene forma rectangular y en su día albergó una prisión de máxima seguridad


La isla artificial Wilhelmstein fue creada en el siglo XVIII para servir como fortaleza militar
© GettyImagesDespués de que hace justo un año, la pandemia del coronavirus nos obligara a pasar casi 100 días confinados en nuestros hogares, fueron muchos los que se replantearon cambiar de vivienda y hasta de lugar de residencia. Algunos se marcharon al campo, otros buscaron casas con amplias terrazas y hasta hubo algunos privilegiados que cambiaron el asfalto por la orilla del mar. Pero esto no fue todo, el miedo a un nuevo confinamiento provocó que se colgara el cartel de “se vende” o “se alquila” en lugares hasta ahora insólitos y desconocidos ofreciendo así la posibilidad de llevar un posible nuevo aislamiento al siguiente nivel. Este es el caso de la isla Wilhelmstein, al noroeste de Alemania, y que actualmente está disponible para todo aquel que busque el mejor escondite para huir de la pandemia.
La isla, de la que hay que señalar que es completamente artificial, está situada en medio del lago Steinhude y fue mandada construir en 1761 por el conde Wilhelm von Schaumburg-Lippe. Ideada en un principio como una fortaleza militar, el complejo constaba de 16 islas construidas sobre grandes cimientos de piedra transportados al centro del lago por los pescadores.
Tras la muerte del Conde, la fortaleza se convirtió en un colegio militar y luego en una prisión estatal de máxima seguridad, a prueba de fugas. A principios del siglo XIX, las 16 islas originales se fusionaron en una singular isla rectangular. En 1867 todos los prisioneros fueron trasladados a otras cárceles y la isla comenzó a atraer turistas.
Desde entonces, el lugar se ha convertido en un exclusivo complejo para celebrar bodas y todo tipo de eventos, pero también para aquellas personas que buscan desconectar de la rutina, muchos más aún en los tiempos que corren, donde cualquier escapada puede convertirse en el aliciente perfecto para hacer frente a la realidad y es que no es lo mismo pasar el confinamiento en un piso de 40 metros cuadrados que en una isla. No hay color.
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