La frontera que divide y une a dos gemelos suecos separados por el COVID
Ola y Pontus Berglund, de 73 años, se reúnen cada sábado a dos metros de distancia sobre el puente de Svinesund


Los gemelos sentados en la frontera de Suecia y Noruega
© GettyImagesHace ya más de un año que la frontera entre Suecia y Noruega se cerraron debido al coronavirus, sin embargo, la pandemia no ha impedido que estos dos gemelos, de 73 años, uno con residencia sueca y otro noruega, continúen viéndose. Llueva, nieve o haga sol, Ola y Pontus Berglund acuden cada sábado al puente de Svinesund que delimita la frontera de ambos países donde cargados con sillas, tuppers y una gran dosis de buen humor despliegan cada uno su particular ‘chiringuito’ a cada lado de la frontera, el cual se ha convertido para ellos, desgraciadamente, en un muro infranqueable. “No se nos permite cruzar la frontera. Tengo que permanecer a un metro de mi lado y él, a un metro del suyo”, explica Ola. “Así que básicamente tiene que haber dos metros entre nosotros” añade. A sus pies, pintado sobre el asfalto, hay una simple línea blanca con las palabras escandinavas “Norge”, de un lado, y “Sverige”, del otro.

Acostumbrados a mantener encuentros semanales en sus respectivos domicilios, bien en casa de Ola en Halden, en el sureste de Noruega donde se mudó hace casi 40 años por amor o en la residencia de Pontus en Strömstad (suroeste de Suecia), estos gemelos vieron como la pandemia se proponía alejarles y decidieron buscar una solución. “Es muy raro pero se convirtió en una necesidad, en una necesidad apremiante porque nos veíamos todas las semanas y queríamos continuar haciéndolo”, confiesa Pontus, desde el lado sueco. ”La pandemia no nos iba a impedir vernos y, para nosotros, esto una victoria”.
Desde su privilegiada ubicación, los gemelos han actuado de mensajeros y el día que con más cariño recuerdan es aquel que entregaron un cachorro nacido en Suecia a su familia de acogida en Noruega, así como las numerosas muestras de cariño que reciben de los pocos conductores que transitan por el puente.

En más de un año, Ola y Pontus Berglund sólo han faltado a su cita semanal tres veces, por culpa de unos policías que les negaron el acceso al puente. “Cada encuentro es una pequeña fiesta“, asegura Pontus. “Para mí, que estoy divorciado y vivo solo, es muy importante ver a Ola, sino me deprimiría”. “¿Echa de menos los abrazos con su hermano? “Sí”, responde con una risa contagiosa. “Por eso, a menudo, me abrazo a mí mismo, ya que somos idénticos”.
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