Observación y olfato: las herramientas gracias a las que tu perro sabe cuándo le toca comer o pasear
Igual que ocurre con los humanos, cuentan con una respuesta fisiológica que les avisa cuando, por ejemplo, tienen hambre


El olor de sus dueños así como sus gestos o el tono de su voz son valiosas pistas para estos animales
© GettyImagesLos perros son muy intuitivos. Una característica que les ayuda a percibir el mínimo cambio en el día a día de sus dueños, incluso cuando ni humanos ni animales tienen férreas rutinas. Si a esto añadimos su capacidad de observar y su olfato obtendremos las razones por las que son capaces de saber qué hora es.
Los perros no pueden interpretar un reloj, pero sí saben cuándo tienen que hacer algo. Igual que ocurre con los humanos, su cuerpo les lanza un aviso en el momento en el que deben comer o hacer sus necesidades: por esta razón nos piden alimento o nos muestran la correa. Este mecanismo es lo que se conoce como respuesta fisiológica que, en el caso de los animales, se ha adaptado a los ciclos del día y de la noche.

El olfato
No obstante, también cuentan con sus propias herramientas. Una de ellas es su olfato que es entre 10.000 y 100.000 veces más potente que el nuestro: los perros perciben la intensidad del olor de nuestra piel. Nosotros no nos damos cuenta, pero nuestra vivienda está impregnada de nuestro aroma y éste va variando: cuando estamos presentes es más fuerte y cuando nos vamos, se va minimizando. El can lo nota y si mantenemos un horario constante, sabrá en qué momento haremos nuestras actividades.
El olfato, además, les sirve para saber cómo se van moviendo los olores a lo largo del día: un ritmo semejante al de las bolsas de aire caliente y frío. El aroma dibuja ciclos a determinadas horas: un comportamiento que ayuda a los perros a intuir cuándo ha llegado el momento de salir a pasear o de comer.

Cómo nos observan
Los canes tienen una gran capacidad para observar todo lo que ocurre a su alrededor: sus dueños no son una excepción. Gracias a esta característica pueden asociar un comportamiento a una actividad. Por otro lado, perciben cambios en los gestos del rostro, del cuerpo y de la voz: nuestras posturas y nuestro tono son pistas para ellos. Esta es la razón que explica cómo saben cuándo estamos intentando engañarles para, por ejemplo, ir al veterinario o bañarlo en el caso de que ambas actividades generen en él cierto rechazo.
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