Guillermina de Holanda o el inicio de un gran matriarcado
Con ella se inaugura una saga de Reinas por derecho y titulares de la corona en los Países Bajos


Tenía 10 años cuando se convirtió en reina, siendo su mandato el más largo de una mujer en el trono Holandés
© GettyImagesApenas tenía diez años cuando se convirtió en Reina. El suyo será el mandato más largo de una mujer en el trono holandés. Mujer de carácter, tomó parte en el conflicto bóer que enfrentaba a los colonos neerlandeses frente a los británicos, mantuvo la neutralidad de su país ante la adversidad de la Primera Guerra Mundial y combatió, desde el exilio londinense, las fuerzas de ocupación nazi entre 1940 y 1944. Con dificultades para ser madre, su única hija, Juliana, también timonará con éxito el destino de un país abierto a la modernidad y la democracia.

Guillermina nació en La Haya en 1880. Era la hija menor del Rey Guillermo III con su segunda esposa, Emma de Walderk y aunque tenía tres hermanos mayores varones del primer matrimonio de su padre, la muerte prematura de todos ellos, la convirtió contra todo pronóstico, en heredera. Cuando apenas tenía diez años y al fallecimiento de Guillermo tras meses de enfermedad, fue proclamada Reina: su madre, ejerció una Regencia hasta 1898, justo en un tiempo en el que la expansión económica e industrial de Alemania hacía tambalear los intereses de los Países Bajos que temían por su integridad. Una modificación en la Ley de Sucesión había permitido el acceso de la mujer al trono, pero su posición seguía siendo débil: Holanda perdían los territorios de Luxemburgo ya que el título de Gran Duque no podía ser heredado por una dama.
En 1901 Guillermina se casó con el Príncipe Enrique de Mecklenburg-Schwerin, candidato joven y de noble alcurnia que contaba con el visto bueno de su madre y el Parlamento. La majestuosa carroza de oro en la que la Familia Real inaugura, cada año, la apertura de las Cortes, fue uno de los regalos que la nueva pareja recibió por los esponsales. Fue en matrimonio “al gusto de la época” aunque marcado por las dificultades de la soberana para concebir. Sus numerosos abortos, volvieron a hacer temblar los cimientos de la dinastía Orange. En una ocasión y tras un embarazo malogrado, se llegó a temer incluso por la vida de la Reina: la gravedad de Guillermina, era extrema. Pese a ello, la Reina, fuerte de carácter y de aspecto robusto, jamás desatendió sus responsabilidades como Jefa del Estado. En plena Segunda Guerra Bóer, dio orden para que se ignorase el bloqueo naval británico de Sudáfrica y envió un barco de guerra para rescatar a Krüger, líder la de resistencia contra Reino Unido y Presidente del Transvaal. La determinación de la joven Reina, causo grata impresión en la ya venerable Victoria de Reino Unido. Sus cualidades morales, sencillez de costumbres y “valiente proceder que ha observado cuando toda Europa se limitaba a prestar a los bóers una ayuda meramente platónica” eran los rasgos más destacados de su personalidad en la Prensa de la época.

En 1909, tras muchos intentos fallidos, Guillermina daba a luz a su única hija, Juliana, una niña criada entre algodones y llamada a continuar el matriarcado regio que imperará en Holanda durante todo el siglo XX. Guillermina apoyó con determinación la neutralidad de Países Bajos en la Primera Guerra Mundial pese a la cercanía del frente en aquella carnicería infausta que supusieron las trincheras. Sin embargo, tras el Tratado de Versalles, Holanda por intermediación de la propia Reina, acogió el exilio del antiguo Kaiser Guillermo II que se estableció en Doorn, hasta su muerte. En los años treinta, con el olfato político que la caracterizaba, intuyó el riesgo que podía suponer para la estabilidad de Europa el ascenso del nacionalsocialismo. Cuando en 1940, Holanda fue ocupada por las tropas nazis, la Familia Real, pese a su oposición inicial, se exilió a Inglaterra y temporalmente a Canadá. En Ottawa nacerá, incluso, una de sus nietas, la Princesa Margarita. Holanda viviría, en este tiempo, episodios dramáticos de deportaciones judías como el de la llorada Ana Frank. Guillermina, desde Londres, alentó a la resistencia y a la lucha contra las fuerzas de opresión; sus discursos a través de Radio Orange se convirtieron en todo un símbolo contra los alemanes. Regresó al país tras la liberación, aclamada, aunque muy decepcionada con el rumbo de la nueva clase política. Ella, cercana al pueblo y de costumbres populares, no dudó en viajar en bicicleta con sus nietas -su hija tuvo también cuatro niñas- tratando de levantar el ánimo de una población minada por la guerra.
En septiembre de 1948, después de cincuenta y ocho años en el trono, abdicó a favor de su hija Juliana. Recuperó el tratamiento de Princesa de los Países Bajos. En estos últimos años escribió su biografía, En solitario, pero no sola, que aporta muchas claves sobre los acontecimientos políticos de la época y su fuerte personalidad. Falleció a los 82 años en 1962, en su residencia de Het Loo. En su funeral, todas las mujeres vistieron de blanco.
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